Ayer a media tarde, Rafa Nadal ganó un partido en Londres. Era sólo el segundo que disputaba en ese torneo, la Copa de Maestros, pero si se tomaran únicamente las imágenes de la celebración del último punto, pareció otra cosa. Una final, seguramente. Saltó. Cerró los puños. Le faltó dejarse caer al suelo, como cuando toma posesión de la tierra de París. Pero...
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