Si Casablanca tuvo su Rick’s Café, Canfranc tuvo –a pocos pasos de la estación de tren– su Fonda Marraco. «Allí se daban cita “pasadores”, judíos que estaban debajo del mostrador, nazis que iban a llamar a sus mandos, los transportistas del oro suizo... ¡y nadie sabía quién era quién!», dice José Antonio Blanco, uno de los impulsores de esta historia en forma...
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