Donde 48 horas antes había agua fresca rodeada de pinos, con familias bañándose y un restaurante repleto de comensales, ahora hay solo un hombre que vigila los helicópteros que pasan cinco metros por encima de su cabeza. Juanma, el dueño del negocio sin clientes, echa la mano al bolsillo de su polo de rayas, se enciende un cigarro, apoya las dos manos en la barandilla...
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