El Viernes Santo más extremo, a pesar de contar con el rechazo de la Iglesia, volvió a repetirse en Filipinas. Los gritos de dolor de los devotos clavados en cruces eran tan reales como la sangre que corría por las espaldas de los flagelados. San Pedro Cutud, San Fernando y Santa Lucía son las ciudades donde se realizan.
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