Después de arrodillarse con dificultad, por sus problemas de articulaciones, el Papa Francisco comenzó a lavar delicadamente los pies de una reclusa nigeriana en la cárcel romana de Rebibbia. La joven tenía en el regazo a su hijo, y el Papa lavó también los piececitos del pequeño. La madre rompió a llorar.
Era el rito de Jueves Santo, que Jorge Mario Bergoglio...
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