No hace falta ser un lince ibérico de bellota, o de cebo, para darse cuente de algo más que evidente. En Sevilla hay decenas, cientos, tal vez miles de abrazafarolas que te ofrecen su amistad mientras te clavan el cuchillo de la maledicencia retrechera por la espalda. Son especialistas en el halago, ese cuchillo de doble filo que es mucho más peligroso que una...
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