El tiempo pasa su hoja barbera por los almanaques de forma inmisericorde. Hace un cuarto de siglo bien despachado, como si estuviéramos en una de esas tiendas donde todo se vendía a granel, un sevillano encarnó al pícaro cervantino. Como si el patio de Monipodio se hubiera trasladado, por especulación y derribo, a una torre de la Plaza de España. Calvo, con barba...
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