EL alzamiento catalán, en su demencial turbación identitaria, ha encontrado un espléndido aliado en el complejo endémico que sufre la política contemporánea. La paradoja es soberbia. Los partidos constitucionalistas, expresión que, dicho sea también, es una redundancia, le tienen vergüenza y embarazo a la aplicación de la Carta Magna. Son defensores de la Constitución...
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