A De Gea volvieron a meterlo en el Lada y se quedó, cautivo y melancólico, al otro lado del telón de acero, en Berlín Este
TENGO la cabeza llena de distorsiones cinematográficas. A los jefes suelo imaginarlos como señores hieráticos y pulcros a los que, mientras asisten al concierto de un cuarteto de cuerda barroco, se acerca un subordinado que les susurra al...
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