CUANDO Pablo Iglesias regaló a Felipe VI la serie de «Juego de tronos», con la evidente intención de que aprendiera, cometió un error tan de bulto que sólo se explica por la mentalidad antimoderna del donante. En una democracia, aunque sea tan elemental como la nuestra, el soberano no es quien se sienta en el trono. Es el pueblo, al que por algo se llama «soberano»....
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