HE dicho muchas veces que no tengo conciencia muy clara de cuando me encontré por vez primera con la luz cegadora y envolvente de Sevilla. Pero sí que, de niño, procuraba no perderme nunca las vacaciones que mis abuelos se tomaban, después de la vendimia, cuando las tardes eran allí aún más tristes y se preparaban los babis, libros y plumieres para el colegio...
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