Estas son las palabras que nunca quise escribirte, o, al menos, no con tanta premura.
Recuerdo cuando quedábamos por Arturo Soria, cerca de la sede de tu amado periódico ABC, para comer en uno de esos «restauranes» que solíamos frecuentar para contarnos las novedades de ambos, historias con esa voz engolada y ese acento extremeño que no hacían sino reforzar unas...
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