TRAEN un rumor lejano, como ese eco que Juan Ramón dejó apenas hilvanado en un capítulo de «Platero y yo». Llegan desde ese oasis donde se mezcla lo espiritual con lo festivo, donde la oración se funde con el cante, donde la arena se empapa del agua estancada que dibuja el lienzo horizontal de la marisma. Iluminadas por el rescoldo de las lenguas de fuego que...
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