ALGUNOS listos sedicentes solían decir que la lotería es el impuesto de los tontos, autocomplacientes paganos de un tributo disfrazado de juego de azar. Eso sería en todo caso antes de que Montoro inventase el tercer bombo, en el que un imaginario niño de San Ildefonso va cantando junto a los premios el sonsonete del veinte por ciento que se lleva Hacienda envuelto...
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