Él, de 35 años, complexión enjuta y atuendo más juvenil que su edad, aterriza en el Adolfo Suárez. Vuelve a casa agotado tras otra semana de trabajo extenuante en Estrasburgo, batallando contra el libre mercado y la cordura fiscal. Llega a su piso del Puente de Vallecas y saluda a su perro. Se suelta la goma de la coleta, se pega una ducha para despejarse y se...
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