Desde su velador de aquel Café Gijón que ha evocado Javier Villán en su libro, el atildado Gerardo Diego, que parecía que siempre acababa de salir de la ducha, nos pregonó un día como su versión civil de «Con flores a María», no sé si sería por mayo, cuando las grandes calores: «Venid a oír de rosas y azucenas/ la alborotada esbelta risa./ Venid a ver las rosas...
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