Todos los años igual, llega el verano, las petroleras nos meten el «sablazo» y aquí nadie se sorprende de que –en proporción a nuestros sueldos– tengamos más caros los carburantes que franceses y alemanes, por citar dos ejemplos. Es curioso lo sensible que es el mercado de los combustibles –tan sensible como los bebés a la fiebre, en horas pueden alcanzar picos...
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