LOS nombres los carga el diablo. Y como aprendí en el Real Conservatorio de la Gracia del Carnaval de Cádiz que para poder reírse de los demás hay que empezar por saber cachondearse de uno mismo, me apresuro a decir a portagayola que, sin ir más lejos, yo tengo nombre de morcilla. De Burgos, claro. Y disparado este «selfie» de autocachondeo, añadiré que con Casillas...
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