La pasión desordenada sólo conserva alguna grandeza mientras hay una moral rigurosa que la persigue
UNO repara en Hollande, con su aire de salidín con ínfulas de prócer (como emergido de una película de Ozores o Jaimito), y entiende el triste sino de la Revolución, que por mucho que se envuelva en el vaho acaramelado de lo chic y lo joli y lo mignon no es otro...
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