La función sucedánea del confesionario que hacía el diván del psicoanalista la cumplen ahora los libros de memorias
DECÍA César González-Ruano que, cuando se tienen cincuenta años, si uno no es sincero es porque es uno tonto. A Zapatero, mientras gobernaba, lo tildaron muchas veces de tonto; y no de tonto raso, sino superlativo, según aquella hilarante clasificación...
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