A finales de los 90, Madrid era una ciudad extraordinaria, y lo sigue siendo. Seamos francos: es la única urbe española que posee el nervio, las anchuras y el punto de locura espídica que distingue a las grandes capitales del planeta. Barcelona pudo jugar en esa liga. Tiene todos los ases. Pero el ombliguismo nacionalista le ha colocado plomo en las alas. Barcelona...
Suscribete para leer la noticia completa:

