EN la Sevilla satisfecha de 1614, donde el joven Velázquez aprendía en el taller de Pacheco a pintar como los ángeles y a tirarle los tejos a la hija del maestro, no solo descubrían nuevos mundos sus marineros más capaces y sus cartógrafos más capacitados de la Casa de la Contratación. El pueblo, la gente del común, también lo hacía sin necesidad de abandonar...
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