Así, como le habla el compadre a la oreja de su yunta, susurrando palabras con el alma, encomendando su azaroso deseo a la mueca indecisa del otro, mientras se apura el botellín, esa pócima sagrada de la maquinaria de nuestro ingenio, así es como la mitad de Sevilla, la que no es verde ni vive camino de Cádiz, se llena de esperanza diciéndole a lo más suyo: mira...