«Ladrones internautas, políticos pusilánimes –cuando no cómplices del latrocinio–, compañías de telefonía que facilitan las herramientas del robo, editores sin fe, lectores sin sentido crítico, escritores desalentados... ¿el fin de la literatura? Corresponde al buen lector entrar ya mismo en la defensa de algo que es tan suyo como de quienes escribimos»
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