En estos catorce años he viajado cinco veces a Afganistán. La primera aterrizamos en una calle de Qal-i-Naw, literalmente, y llegamos hasta la base española escoltados en blindados por soldados de operaciones especiales. Nunca he pasado tanto miedo como durante aquel vuelo táctico en el Hércules.
En la segunda ocasión, paracaidistas italianos nos abrieron paso...
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