Es cierto que no basta la conmoción, pero esta crisis sólo se puede afrontar sosteniendo la mirada ante imágenes como la de un niño ahogado en una playa turca o la de una mujer con su hijo en brazos, tumbada sobre los raíles del tren en Budapest, con su marido mordiendo sus ropas para evitar que un gendarme lo arranque de la vía. Europa perdería su alma si no...
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