Media hora antes de que Mariano Rajoy llegara al Palacio de Congresos de Montjuic, Artur Mas abandonó el recinto ferial. Lo hizo de manera premeditada y peliculera, con la intención de dramatizar un desencuentro programado para alimentar ese victimismo que macera sus carnes –se puso muy gitano para confesar este dolor, sarna que no pica– y que luego va pregonando...
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