Las puertas del Congreso se cerraron antes de que miles de españoles pudieran despedirse de Adolfo Suárez. «Me quieren, pero no me votan», se quejaba a comienzos de los años noventa un expresidente derrotado y abatido, un hombre que ayer, camino de Ávila, volvió a detener en seco el motor de Madrid, reflejo de una España que en apenas unas horas, echando mano...
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