En los «college» y universidades americanas uno no es quién de merecer el respeto de sus compañeros si no tiene al menos una de las dos virtudes necesarias: o se es un potencial campeón olímpico, o se demuestra un dominio de la oratoria capaz de dejar el discurso de Demóstenes a la altura intelectual del grito de reclamo de un vendedor de calcetines en el mercado...
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