A la entrada de la basílica del Cristo de Medinaceli, casi en la embocadura de la Plaza de Neptuno, orbitan varios policías nacionales, echando reojo permanente a que la cosa allí se conserve en orden, y bajo toda paz. La cosa es la gran cola que, durante días, han venido cumpliendo los fieles, entre la acampada y la devoción. Calculando deprisa, llega la cola...
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