Se llama Rubén G. R., tiene 32 años y se ha quedado sin trabajo. Su empleo en una de las históricas y escasas salas de cine que quedan en la Gran Vía madrileña: el Capitol, lo ha perdido. Y, todo ello, por querer apoderarse de lo que no era suyo. Diez mil euros. La recaudación de todo el fin de semana.
Sucedió el pasado 31 de agosto. Rubén había orquestado un...
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