Niños de trece y catorce años, en uniforme de combate, lloran de impotencia sentados sobre un montón de escombros, rodeados de cadáveres y miembros amputados de sus compañeros. Minutos antes, en su primera, última y ridícula acción de guerra defensiva cuando no hay ya nada que defender, han matado a un soldado ruso en un barrio de Berlín, a uno americano en un...
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