En la mañana del atentado, José María Aznar volvió a entrar en casa instantes después de salir para ir a trabajar porque había olvidado algo. Su mujer, Ana Botella, le regañó: «Ya se nos ha olvidado el asesinato de Gregorio (Ordóñez) y estamos otra vez instalados en la rutina». Transcurridos veinte años, Botella asegura a ABC que esa advertencia «fue una premonición»:...
Suscribete para leer la noticia completa: