Desde que el pasado julio fue elegido secretario general de los socialistas, Pedro Sánchez confió en que el PSOE continuaría su tradición, como tantas otras veces: tras la lucha fratricida de un congreso a degüello entre aspirantes, los navajazos quedarían en un olvido simulado; y el ganador, por pocos votos de ventaja que obtuviera, tendría a todo el partido...
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