«¡España, España!». Un grito de júbilo y desgarrador desde lo alto de la valla de Melilla. A unos seis metros de altura. Con el dedo índice señalando la nueva tierra prometida. Decían España... sí, pero también querían decir Europa. Eran una veintena de inmigrantes encaramados a la verja exterior del perímetro con intenciones de superarlo. Es decir, aún en M...
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