En la frontera entre Macedonia y Albania hay un flujo intermitente en verano: hacia dentro, los pocos turistas que desean satisfacer su curiosidad deben pagar una mordida a los funcionarios de aduanas para evitar la fatigosa burocracia, un billete de 20 euros acoplado ad hoc en el pasaporte; hacia afuera, hay caminantes en la carretera, escasos de equipaje, que...
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