Me lo dijo el taxista, que había «visto» el partido por la radio («óyeme con los ojos…», etcétera), mientras me metía en un atasco de veinticinco euros: «De cine, oiga». Un Madrid de cine, en efecto, ofició en el Bernabéu un funeral de Estado por el alma del Barça, que era el tiquitaca: ahora que los del rondo se saben, al fin, muertos, dejarán de aparecerse...
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