Antes, cuando solo tenía teléfono el del bar del pueblo, los ciclistas marchaban a la Vuelta como a la guerra o la emigración. Con su maleta de madera, el traje de los domingos y un fajo de billetes bien apretados con una goma. No había noticia de ellos en un mes. Ahora, a través de las pantallas de los móviles ven en directo, como el francés Le Mevel, los balbuceos...
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