En el minuto 60 del partido ante el Bayern de Múnich, Cristiano Ronaldo miró al banquillo, hizo un gesto y Carlo Ancelotti asintió. Llamó a Gareth Bale y CR paró de correr, satisfecho porque su rotura fibrilar había dejado de serlo y no se había reproducido. Había riesgo, pero la cicatriz había aguantado una prueba de fuego. CR no quiso perderse el partido y...
Suscribete para leer la noticia completa: