En la red de la pista central del Country Club de Montecarlo, el abrazo supone mucho más que un cumplido. Alza los brazos Stanislas Wawrinka, indiscutible héroe en este 2014 que no tiene un dueño claro, y le acaricia con respeto y resignación Roger Federer, a mitad de trayecto en ese intento de querer ser lo que fue. Es una final para el orgullo de Suiza y se...
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