Tan caro estaba conseguir entrada para el partido que lo más fácil era triunfar en la vida para poder colarse en el palco. Se había muerto Suárez horas antes y ya España seguía a lo suyo, a su eternidad de domingos de fútbol.
En los aledaños, nada de ese ambiente ni de esa gente que en las ensoñaciones comerciales de Cesc componen un pórtico infernal en Chamartín....
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