Las mujeres de los pescadores colgaban un retrato del marido bien alto, en el centro de la sala. Que lo vean los críos. Que ese hombre cansado y de manos como tenazas no les resulte extraño al volver, cada cuatro o cinco meses, de faenar el océano, de los bancos del Gran Sol o de Terranova. A las esposas de los ciclistas les pasaba igual: ellos marchaban al Tour,...
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