Decepción mitigada. Ni rastro de los huesos de la mano o del tórax en los que el escritor de El Quijote recibió sendos arcabuzazos en «la más alta ocasión que vieron los siglos pasados, los presentes, ni esperan ver los venideros» como él mismo describió la batalla de Lepanto. Los huesos de Cervantes necesitan probablemente de cierto descanso. Vivió don Miguel...
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