Era casi un niño de teta cuando se encontró de golpe, frente a frente y de bruces con aquel hombretón que venía de los mares en el pasillo de su casa bilbaína. Padre frente a hijo e hijo frente a padre, pero apenas si se conocían. Él, el padre, había sido un jovencísimo voluntario de la República, con diecisiete primaveras. Luego, como tantos, tuvo que salir...
Suscribete para leer la noticia completa: