Si se registraran las llamadas de mi móvil en los últimos años, aparecería el número del estudio de Antonio López tanto como el de la casa de mis padres. Si hubiera en él un crimen –es un decir, claro–, sería sospechosa. «Hola Antonio, ¿cómo estás? ¿Qué tal llevas el cuadro de la Familia Real?» Un clásico. También su respuesta: «Va bien, estará terminado para...
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