Se conocieron en los años 40 en la capital del mundo de entonces, París. Uno era escultor. El otro pintor. Uno era vasco. El otro catalán. Uno prefería las líneas cóncavas, y el otro las convexas. Provenían de universos diferentes. Pero allí comenzó a gestarse un lazo de amistad entre dos sagas familiares que llega hasta hoy. Aquel Eduardo Chillida (San Sebastián...
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