Recordemos todos con vergüenza ajena el aire de trámite de urgencia burocrática con que se despachó el centenario de la muerte de Menéndez Pelayo. Ya estamos resignados a que cualquier homenaje a quienes han sido forjadores de una conciencia nacional carezca de lo que ha venido en llamarse «olor de multitud». Pero cabía esperar que una minoría que se pretende...
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