Los «cañones de agosto», como habría de llamar Barbara Tuchman a los primeros compases de la Gran Guerra, no irrumpieron en un mundo aletargado y en silencio. Años antes de que el conflicto armado liquidara para siempre la ilusoria perpetuidad de la sociedad decimonónica, los intelectuales se habían ganado el prestigio de una responsabilidad, la reputación de...
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