Si hay un filósofo que inspire la hoja de ruta –expresión usada y manoseada donde las haya– ése es Sartre. Acomodado en un velador del Café de Fiore, en el animado boulevard de San Germain-des-Prés, con su cara de pez y su náusea tan impostada como hueca, el apóstol laico y lacio del existencialismo podría justificar lo único que ha hecho el Gobierno andaluz...
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